El Tolmo de Cabreriza
Por entender que se trata de un hallazgo extraordinario, que puede ofrecer valiosas pistas a los estudiosos de la protohistoria y dar alas por fin a ese proyecto, siempre postergado, de la carta arqueológica de la Tierra de Berlanga, reproducimos integramente el articulo de este mismo título publicado en el blog La Taina de Gormaz, con el permiso de su autora y el agradecimiento tanto por la calidad arqueológica como literaria de su trabajo.
El Tolmo de Cabreriza posiblemente nos introduce en un espacio ceremonial, que ha quedado testimoniado por la abundante cerámica que de su suelo brota y prolifera desbordada por las pendientes anejas de la cara Norte. Cerámica a mano, de arcillas locales,
- en vasto, para cuencos de cocina,
- engobadas, por fuera y dentro o solo la cara vista, con mineral rojo de hierro local para ollas y fuentes,
- vasos con delicadísimas paredes, trabajadas con arcillas con mucho desgrasantes de cuarzo, lo que les proporciona un aspecto pétreo, siempre desnudos de engobes, buscando el color gris-negro.
- platos y cuencos de comer pulidos y bruñidos en pasta negra, buscando siempre la ligereza de la pieza, lo que se consigue con el control de la temperatura del horno de cocción asi como del ordenamiento y distribución de las piezas en la hornada.
No abundan las decoraciones, pero tampoco faltan. Las salseras tienen matado el borde con líneas paralelas hechas con punzón, y algún mamelón se insinúa en pithos engobados en rojo al exterior. Las carenas se conocen y se presentan en ejemplares pulidos.
Presentan una diversidad de color según las funciones de la vajilla:
Negra, pulida o bruñida para comer, desnuda de engobe, fina y ligera para beber.
Roja para jarras y contenedores de líquidos y amarilla pulida para servir la mesa.
Gruesas fuentes y cuencos para cocinar, con carenas en los fondos, con pequeños pitones para facilitar el transporte,
Bordes decorados con ungulaciones sistemáticas a lo largo del borde de la boca, o con líneas paralelas realizadas con punzon; posiblemente salseras.
No tendría ningún sentido practico el organizar el vertedero del poblado en la parte mas alta e incomoda del espacio circundante, por lo que se debe buscar un sentido ritual al que se encuentren en esta área, y solo en esta, tal concentración de restos.
La Tierra que cubre la cima no es arcilla sobre las calizas cretácicas, como se tendría que esperar de un cerro profundamente erosionado por todos los agentes climáticos, sino que se encuentra colmatado de tierra fértil revuelta con la cerámica en cuestión y dispuesta en pequeños amontonamientos, distribuidos de forma irregular en la cara W, colmatando la pendiente.
Para entrar en el recinto que personaliza el meandro, nos encontramos un paso reforzado con pared lateral que accede a la terraza izquierda de la ladera, por donde discurre una senda, paralela al curso del rio, rodeando el Tolmo en su cara norte.
Actualmente quedan restos de seis diferentes construcciones de uso pastoril, en el área exclusiva del tolmo, lo que significa seis unidades de explotación, seis familias, que con una media de 5 integrantes por unidad proporciona una densidad de 30 habitantes. ¿Son estas construcciones establos de la repoblación medieval, correspondiendo uno a cada casa del pueblo? Lo mas posible, pero, ¿están rehabilitadas? ¿Son antiguos establecimientos ganaderos de ocupación temporal, diseñados por los primeros colonizadores, no como establos sino como lugar de vivienda para cada una de las unidades que formaban el clan? Por ahí me inclino. Queda perfectamente ocupado y defendido el espacio fértil del rio, completándose con la fertilidad del bosque de encinas, que proporciona buenísimo pienso para sus animales. Los meses de primavera y verano constituirían una apuesta segura en la incipiente economía agrícola del Neolitico, permitiendo una rápida sedentarización, en cuanto las mejoras técnicas de las herramientas de cobre proporcionaron mayor rendimiento del trabajo y con ello una mayor cosecha, una explosión demográfica, un excedente de comida y mano de obra, un comercio en busca de útiles y conocimientos.
El Cobre y el Bronce, especialmente, es la revolución industrial del Neolitico. Los viejos moldes rituales pierden sentido, la población con sus mejoras técnicas de arados, palones, hoces… de depurados filos, consiguen seguridad de aprovisionamiento de alimento, constituyendo una segunda edad de la sociedad del cereal, sociedad proveniente de Oriente. En el 4500 están fechados en Medinaceli. En 100 años llegan a ocupar las fértiles cabeceras de los valles, entre ellas el Talegones, al principio aprovechando los estancamientos primaverales, después aprisionando el agua en primavera para ocasionar grandes crecidas en su vega, al estilo de las crecidas del Nilo. Aquello era trabajar con el conocimiento, sin el esfuerzo de cavar, tarea inimaginable para hombres colonizadores, aplicadores de un sistema oportunista y eficaz, ya que el hombre carece de zarpas y las herramientas de piedra y hueso son poco aptas para esta misión agrícola. Pero sin herramientas el hombre consigue, anegando los campos, estupendas cosechas de cereal, suficiente para su pan y cerveza. Los quesos y la carne de su ya tradicional y floreciente ganadería, le permiten conseguir ventajosos intercambios. Cuando el Bronce se introduce, las herramientas esclavizan la voluntad del hombre, quien embrutece su habilidad oportunista, acechante, viva y móvil, de perfecto depredador de la Naturaleza, para pasar a ser un colaborador voluntarioso.
El campesino aterriza en la sociedad, con su carácter apacible y feliz, noble y orgulloso, fuerte y conciliador. Deja los problemas de los dioses con los sacerdotes y ellos dedican su tiempo a configurar el espacio circundante, en un autentico boom inmobiliario, fincas, taludes, canales, repartiéndose el espacio, constituyendo las seis unidades ¿familiares? Con su cementerio común en el alto, con sus ritos de cremación y fiesta de despedida de toda la comunidad; espacio sagrado de un pueblo sedentario, unido posiblemente por via sanguínea, esto es repoblación familiar que se expande con progresivas generaciones, y formando células con domicilio independiente, cercando entre todos el espacio que explotan, ocupándolo con orden y colaboración. Artesanalmente tienen sus códigos, esto es, un orden establecido en las formas y texturas de las cerámicas, según su utilización. Este orden esquemático se puede aplicar a toda su filosofía de vida.
La búsqueda de determinadas cualidades, ligereza en la vajilla para uso personal, platos y vasos, en contraste con los grosores de las fuentes de calentar al fuego, o con el esmerado trabajo de pulido a los cuencos de carena; todo ello elaborado con la misma arcilla local, nos lleva a un artesano hábil, adscrito a unas reglas culturales allende el grupo tribal. Es un hombre satisfecho, muy satisfecho de su capacidad generadora de alimento. Conserva los rituales de los lejanos dioses, que pasaran a ser cuentos de niños, cuando su cultura pase a formar parte del colectivo inconsciente de la humanidad, ya sustituida por otra forma de producción con otros valores culturales. El hombre del Bronce descubre su voluntad con la alianza de la herramienta, y se dispone a conquistar la tierra y olvidarse de los cielos. Los viejos grabados de los templos desaparecen. La autoafirmación voluntariosa del hombre lo hace mas humano, terrenal, pierde la evocación constante a la divinidad, representada en las fuerzas de la Naturaleza, a las que la Divinidad domina y mueve a su voluntad. Todavía hoy se tiran imágenes al rio en épocas de sequia, no como castigo, sino como forma de conjuro con las fuerzas divinas, realizándose estas ceremonias por toda la colectividad en procesiones ritualizadas por la Iglesia Católica.
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Nicolás Iturgaiz -