Peter Handke
Una vez hablé con Peter Handke, o si no era él, se le parecía muchísimo. Fue subiendo desde el valle a la iglesia de Carabias, y me lo encontré a mitad de camino. Llevaba una mochila a la espalda. Hablaba algo de español con mucho acento germánico y la conversación duró solo unos minutos. Ni él sabía quién era yo, ni yo sabía aun quien era él.
Cuando empecé a sentirlo familiar, me gustó su pereza para reconocerse en ningún uniforme, su diligencia en manifestar sus opiniones políticas más incómodas, algunas de las cuales han logrado hacerlo invisible en los media. Me gustó que una vez, huyendo del mundanal ruido, se refugiase en Soria para escribir. Me gusta que frecuente los finisterres por lo que no veo descabellado que este fin de semana me lo vuelva a encontrar volviendo del castillo de Caracena o del Cañón de Lumías.
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