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De la parte Berlanga

Peter Handke

Una vez hablé con Peter Handke, o si no era él, se le parecía muchísimo. Fue subiendo desde el valle a la iglesia de Carabias,  y me lo encontré a mitad de camino. Llevaba una mochila a la espalda. Hablaba algo de español con mucho acento germánico  y la conversación duró solo unos minutos. Ni él sabía quién era yo, ni yo sabía aun quien era él. 

Aprendí, años después, que la poesía es una forma de mantenernos en el lado cuerdo de la vida; pero Handke no es solo un poeta. También colaboró en el cine con Win Wenders y escribió demoledoras piezas de teatro como aquella titulada “insultos al público”.  

Cuando empecé a sentirlo familiar, me gustó su  pereza para  reconocerse en ningún uniforme, su diligencia en manifestar sus opiniones políticas más incómodas, algunas de las cuales han logrado hacerlo invisible en los media. Me gustó que una vez, huyendo del mundanal ruido, se refugiase en Soria para escribir. Me gusta que frecuente los finisterres por lo que no veo descabellado que este fin de semana me lo vuelva a encontrar volviendo del castillo de Caracena o del Cañón de Lumías.

Le diré que me gustó su “Cielo sobre Berlín”  y “El miedo del portero ante el  penalti” le pediré que me firme el “Ensayo sobre el juke-box”, lo dejaré marchar y volveré la vista para verlo caminar con su mochila a la espalda.
Dice Peter Handke que cada párrafo de buena literatura debe producir “luz”

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