El asperón
Dice el refrán que hay dos días para llenar la panza: el día de la boda y el día de la matanza. Cuando el segundo de ellos era una fecha tan señalada como cualquier festivo eclesiástico, y entre el trajín de ollas y comadres, siempre había espacio para gastarse bromas como la que sigue.
Se trataba de buscar entre los presentes a alguien poco versado en los usos y costumbres, o directamente algún incauto, a quien se mandaba a buscar el asperón a alguna casa, que debería estar lo mas lejana posible, con la que se habría acordado la chanza. El elegido debería acudira a esta para recuperar el objeto, que era requerido de manera urgente para realizar alguna de las muchas faenas que según un ritual de siglos, conllevaba la matanza del cerdo. En el saco, que aparecía cerrado, se había metido cualquier cachivache pesado o sencillamente una piedra. Entre el peso y la distancia, la víctima regresaba renegando y con signos evidentes de cansancio, que provocaba las risas de los que salían a recibirlo, que crecían al abrir el saco y ver la cara del burlado. En desagravio, se le ofrecía algun torrenillo o cualquier otra vianda recién salida del fuego que pronto traía la armonía entre todos los celebrantes.
Esta broma, que también se hacía a los mas novatos en la vendimia, o en cualquier otra labor agrícola, era corriente en las matanzas berlanguesas hasta hace unas décadas, y en otras partes de Castilla es conocida como Las arrebatideras.
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