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De la parte Berlanga

Incertidumbres

Incertidumbres

Decía Cortázar que las cosas de las que uno está completamente seguro nunca son ciertas, afirmación que puede parecer una boutade, pero que no lo es tanto.

Por ejemplo, todos estábamos convencidos de que el teléfono lo había inventado Alexander Graham Bell, y asi lo tengo visto hace bien poco en un libro de texto de la enseñanza primaria, de esos que cambian año tras año la paginación  para que no le sirva al hermano pequeño. Se sabía hace ya tiempo, pero hasta junio de 2002 no se reconoció oficialmente con una resolución del Congreso estadounidense, que el verdadero inventor fue Antonio Meucci, un emigrante toscano en Nueva York, para comunicar su oficina con el piso superior, donde su mujer se encontraba postrada en la cama a causa de un agudo reumatismo. El hombre no tenía suficientes dólares para patentar lo que el había llamado teletrófono y dejó el aparato en la oficina de patentes, donde sirvió para dar injusto merito a un tal Graham Bell.

La radio, otro invento maravilloso, siempre habíamos creido que la escuchabamos gracias a Marconi. Sin embargo hay otra resolución del Tribunal supremo de los Estados Unidos reconociendo la autoría del invento a Nikola Tesla, serbio nacido en la Croacia austro-hungara en 1856, que había  hecho demostraciones de su ingenio quince años antes que Marconi. Este dato es ignorado por los rusos, para quienes  el verdadero inventor de la radio fue su compatriota Alexander Popov.

En Berlanga, estabamos convencidos de que el nombre del pueblo procedía del de la colonia romana de Valeránica, construida en honor del emperador Valeriano. Asi lo escribía Juan Antonio de Estrada en 1748, en su curiosa obra Población general de España; Historia chronológica, blasones y conquistas heróicas, descripciones agradables, grandezas notables, excelencias gloriosas y sucesos memorables:

"pobláronla celtíberos, años de Christo 918, con nombre Valeriana, por el emperador Valeriano (I, p 271)

Sin embargo Alvaro Gámes de Fuentes lo considera una patraña sin base histórica, y en su libro Los topónimos, sus blasones y trofeos (la toponimia mítica) lo refuta categóricamente con estas palabras:

"El nombre de Berlanga de Duero (Soria) creo que es diáfano. Sin duda es una voz compuesta de ber y langa. El primer elemento sería un derivado de la conocida raiz ibero-vasca iber "valle" con pérdida de la -i inicial absoluta (recuerdese Ibarca > Barca y los derivados Bárcena, Barcial, Barcina, etc.). El segundo elemento correspondería a la raíz celta Lanka, langa "pliegue de terreno, valle" que ha dado lugar a una larga serie de topónimos: Lanca y Lancia (Asturias), Láncara (Lugo, con sufijo prerrománico átono), Langa (Zaragoza, Avila, Soria, Cuenca), Langreo (Asturias) etc. En conjunto nuestro topónimo, como tantos otros, representa una tautología, aqui ibero-celta".

También parecía un topónimo diáfano el del pueblo de Ciruela, fruta del ciruelo, si no fuera porque en los muchos pueblos y lugares que hay con este nombre en la geografía española (Ciudad Real, Toledo, Burgos, Segovia; Ciruelas y Ciruelos en Guadalajara y más Ciruelos en Toledo y Segovia) se mantiene  una constante que es la de estar al pie de una fortificación, y algunos tienen documentada su etimología mozárabe "zuheruela" procedente del árabe Sajra, que designa precisamente un enclave defensivo sobre un lugar alto y enriscado, una torrecilla como la que hubo en el paraje del mismo nombre en los montes a espaldas del pueblo.

Hermosa ciencia esta que intenta encontrar el significado y origen de los nombres de lugar. Todos los nombres han tenido en su momento un significado claro para los hablantes. El paso del tiempo y los cambios fonéticos de las lenguas han vuelto opacos a muchos de ellos, hasta el punto de que hoy no sabemos a ciencia cierta qué quisieron expresar nuestros antepasados, un suponer,  llamando Coborrón a esa mole petrea junto a Berlanga.

Algunos nombres son transparentes como Berlanga lo es para Gámes. Hortezuela es un diminutivo de huerta; huertecillo, diriamos ahora. El caserío debió de crecer junto a la huerta que poseían los frailes sanjuanistas en aquellos pagos. Carrascosa viene de carrasca, arbol de la familia de la encina junto a la que crecen exquisitas trufas. Morales viene del arbol de las moras, donde subíamos de pequeños sin camiseta a devorar una de las frutas más exquisitas del mundo. Ciruela viene de la fruta del ciruelo... o eso creíamos...

3 comentarios

juancar347 -

Nada es nunca lo que parece. Con el tema de los nombres ocurre como con todo: cada uno los ajusta a sus mejores intereses. Un abrazo

Amio Cajander -

Tocas en otra de mis debilidades: "Los Topónimos" donde todo tiene un porque pero nada es lo que parece.

Afición si cabe más adecuada ya que, como sabes, escribo desde Galcia, que concentra buena parte de las entidades de población de España, y donde cada finca, cada camino y cada marco de propiedad tiene nombre. Nombres que están en gravísimo peligro de desaparición. La vida de un nombre acaba cuando no hay quien llame por el.