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De la parte Berlanga

El paraíso perdido (primera parte)

La cuestión era que yo venía a pasar el fin de semana por estas tierras de las que tanto había oído hablar. Era finales de agosto y llegué a La Riba de Escalote con mi amigo El Bermejo, que me alojó en casa de su madre la noche del viernes. Anduvimos por el pueblo y sus alrededores  aprovechando toda la luz del día y el calor de la estación y de la gente, amable y cercana, hospitalaria con el forastero que venía de visita. Cuando se hizo de noche cenamos con la mejor armonía y después de la última tertulia y sobremesa, dormí de un tirón hasta las nueve, en que la madre del Bermejo ya me tenía preparada una fiambrera con dos generosas porciones de tortilla de patata y cuatro piezas de chorizo en adobo, un buen trozo de pan, no recuerdo si de Valdelcubo o de Barcones y una bota llena de clarete de la Ribera. Y me puse a andar con la intención de llegar a Caltojar a la hora de comer, donde me esperaba otro amigo, con el que volvería a Madrid el domingo por la tarde. 
Al poco de tomar la carretera de Berlanga, me encontré con esta atalaya en lo alto de un cerro; una de las muchas que jalonan estos valles. Antes de que en el siglo XV se aceptara comunmente que la tierra era redonda, estaba muy extendida la creencia de que el mundo tenía forma de seno y que en el centro había un monte, a modo de pezón, que por estar más cerca del cielo, era nada menos que el Paraiso terrenal.
Estas torres cilíndricas, casi todas aunque hay una muy cerca de esta que es troncocónica, son como pezones en lo alto de un monte, y por aquí además, al otro lado del cerro hay un sitio al que llaman Valparaíso
Pasada la Torre del Melero, la carretera se encajona, junto al rio, en un pequeño cañón, en cuya pared izquierda voy descubriendo según camino, a una treintena de buitres descansando placidamente en las viseras y covachuelas de la roca, sin mostrarse perturbados por mi presencia.
Ya llevo un buen trecho de camino y aun no me he cruzado con ningún coche. En la pared derecha del cañón veo una inscripción a la altura de mis ojos que informa de la altura que alcanzó el rio Escalote desbordado, en la riada ocurrida un jueves, 24 de julio de 1952. En aquella tarde de verano el campo estaba lleno de segadores (y segadoras también) recogiendo la mies. El cielo se oscureció tanto que parecía que iba a anochecer y se originó una tormenta descomunal, como en algúna novela de García Marquez o en aquella Mazurca de Don Camilo, que descargó tanta agua que desbarató las cosechas y destrozó las huertas de toda la ribera del Escalote, y además mató muchos animales que no podían salir volando como estos buitres de las rocas. 

Llego al molino que dicen que perteneció al poblado de Valparaíso, que es ahora una finca agricola pero que un día fue un oasis lleno de frondosidad, con norias y canalizaciones de agua por todas partes, que convirtieron una gran extensión de terreno llano y de buena calidad, en un vergel con miles de árboles frutales, huertas de las mejores hortalizas, hasta vides dicen que plantaron, y rebaños de ovejas y vacas a las que nunca faltaban pastos. En el poblado vivían los trabajadores de la tierra, que nunca les perteneció, los pastores y algun menestral, hasta que por la falta de cuidados, el desentendimiento de los oligarcas que andaban de baile en baile por Madrid, o por alguna crisis profunda provocada por una de las muchas guerras en que nos metieron, de poblado pasó a despoblado, luego a granja y después a simple finca.
El molino funcionó hasta los años 60 ó 70. Los molineros aguantaron unos años en estas soledades y por fin cerraron la puerta y se fueron a la residencia de Berlanga. Aquí detengo mi camino y me siento junto a una enorme noguera a dar buena cuenta de la fiambrera.(Continuará)

3 comentarios

Alia Zane -

También yo hice el recorrido en primavera. Una delicia de paseo, una camara cargada de fotos y muchas ganas de volver por este sur de Soria tan olvidado y tan bello

sonia -

Yo tambien hice ese recorrido en junio,quede encantada,sobre todo la paz y tranquilidad que se respira y por la gente tan maravillosa que encontré.Mi tatarabuelo Tomás Ransanz era molinero en el molino de Valparaiso en 1874.
Espero que la segunda parte llegue pronto.

Axinio -

Las hoces de la Riba y sus alrededores ,son uno de los parajes dignos de visitar. Tanto por sus paisajes y fauana, como por su historia. Como lo es todo el cruso del Escalote, con el podemos sorprendernos gratamente desde que nace hasta que desemboca.