El Cid de Tierra Berlanga
Don Fredes, Fredesvinto de Grado, que fue cura de Berlanga en los años cuarenta del pasado siglo, era hombre de personalidad arrolladora y fuertes convicciones, optimista, vigoroso, cantarín, que iba contagiando al prójimo su alegría.
Ya en aquella época de muy escasas disidencias en materia religiosa y política, con las heridas de la guerra todavia muy recientes, se le oyó muchas veces hablar en voz alta en contra de la segregación de niños y niñas en las escuelas, argumentando que si habían de vivir juntos, bueno sería que también aprendieran juntos a vivir y a relacionarse, y que eso no era incompatible con la doctrina de la santa madre Iglesia por mucho que lo dijeran los que hacían y deshacían en el Régimen, que andaban a la sazón conchabados con los que mandaban en el clero, hasta el punto de que algunas veces se confundían unos con otros.
Don Fredes, que si no recuerdo mal, era de un pueblecillo de la Tierra de Ayllón, escribió un libro de poemas titulado "Lira poética" donde dejaba en sus poesías de factura sencilla todo su sentimiento religioso y su amor por su tierra adoptiva de Berlanga. Hay algunas dedicadas a la colegiata de Berlanga, a Bayubas de Abajo, al rio Duero...
Encontrar ahora este libro es tarea ardua, pero hemos tenido acceso a un ejemplar que guarda un vecino de Ciruela, como oro en paño. No estaría nada mal una reedición, con el ejemplar que se custodia en la Biblioteca Nacional.
Esta es una poesía del libro dedicada al último Cura a caballo que hubo en Caltojar. Se titula "El Cid de Tierra Berlanga" y tiene una dedicatoria: "a mi querido amigo el Cid de Berlanga, caballero como ninguno de a caballo. 3-11-1944"
(estribillo) Es mi yegua mi tesoro
y es mi patria Caltojar
aunque vivo en los caminos
pues mi ley es caminar
Figura del siglo veinte
mantenedor de una raza
para estirpe de Quijotes
sin vientre de Sancho Panza
Su nombre es libro en la historia
de nobles gestas hidalgas,
no tiene rancio abolengo
ni sangre de regia casa.
Sus andariegas virtudes
y la nobleza del alma
buriles son que labraron
el escudo de sus armas.
Valiente como ninguno
¿quién no ha oido sus hazañas?
Es un nuevo Cid montado
sobre el lomo de su jaca,
apostada la figura
altanera su arrogancia
¡miradlo fijo en su silla;
viejo pantalón de pana,
el capote en delantera
y el pañuelo entre la faja.
Es el rey de los caminos
y de las grandes distancias.
No tiene miedo a la noche
ni al frio ni a las escarchas,
jamás en sus sesenta años
le dieron las seis en cama,
tan pronto aparece en Brías
como en Rebollo o en Barca,
el lunes al Burgo de Osma
el jueves, fijo, a Berlanga
A Almazán todos los martes,
y el resto de la semana
si amanece en Arenillas,
en La Riba no descansa.
¡Qué bien rige sus dominios
al galope de su jaca!
No discutas a su mesa
de caminos ni distancias.
¿Cuanto habrá desde Alpanseque
a Pinilla y Villasayas?
¿Conoce usted el camino
de Valfermoso a Ledanca?
¿Qué pueblos son más pequeños:
Taroda, Nolay o Viana?
Y al punto como si fuera
su cabeza extenso mapa
te irá diciendo habitantes
kilómetros y distancias.
Hace unos días me dijo
que piensa vender la jaca,
y una lágrima rebelde
resbalaba por su cara.
Decía que el sacristán
(y esto le llegaba al alma)
la tiene mucho más gorda,
y que la suya está flaca.
El sostiene que en sus pueblos
no saca para cebada;
y si ambos tercos no ceden
y la tormenta no amaina,
como yo estoy sin abuela,
el se queda sin potranca.
y ¿qué será de su vida
luego, tan solo en su casa,
aunque despume el cocido
y apimiente las patatas?
Serán muy lentas las horas...
que cuando a un árbol le arrancan
de su tronco las raices
si no muere poco falta.
¡Siga, siga usted su vida
de aventureras andanzas
corriendo pueblos, aldeas,
ferias mercados y plazas!
Deje usted otros cuidados
que no conducen a nada,
pero no deje que un día
Osma, Almazán y Berlanga
dentro de sus carnes sientan
la angustia de su nostalgia.
Venda libros y papeles,
pero monte usted la jaca,
porque si al fin de su vida
pierde el honor de sus armas
¡adios! murió para siempre
"el Cid de Tierra Berlanga"
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