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De la parte Berlanga

Los tapices

Los tapices

En las columnas más cercanas a la puerta de la Umbría, en la Colegiata, llaman la atención unos grandes ganchos incrustados en las sillares a una altura considerable. En ellos se colgaban, a modo de enormes cortinas, unos tapices donde se encontraban escritos los nombres de los berlangueses, de religión judia o musulmana, que habían sido condenados por el tribunal de la Inquisición. Aparecía junto al nombre, el día y el año en que habían pasado por la hoguera.  Muchos años después sirvieron para adornar el monumento en la Semana Santa.

Bedoya, que los había conocido durante su larga estancia en Berlanga, los cita en sus Memorias, levantando acta  de su desaparición; y también Nicolás Rabal en la descripción de la Colegiata habla de ellos y del motivo de su desdichado final:

"pero como entre los nombres estampados, los hubiera muy parecidos a los de algunas familias principales, y estas fueron objeto de la burla y sátira de personas maliciosas, que con sarcásticas sonrisas les atribuían la descendencia de aquellos desgraciados, se valieron de su influencia para hacer que los tapices se condenaran también a las llamas, para ocultar esta deshonra, que de tal la juzgaban, o para sustraerse del ridículo"

Se sabe, que en 1492, un tal Isaac Aselor, trapero y vecino de Berlanga, se convirtió al cristianismo obligado por las circunstancias, que representaban el abandono de su país y de su único medio de sustento, abrumado por el vértigo de verlos desaparecer de la noche a la mañana. Adoptó el nombre de Diego López y siguió practicando su religión a escondidas, como mandaban los tiempos y las miradas envidiosas de los cristianos viejos que no ponían empeño en la práctica de la caridad y demás virtudes teologales. La religión era la misma que la de sus padres, a quienes debía respeto y obediencia, aunque ya hubieran muerto. Unos años más tarde, fue descubierto, procesado y ejecutado por la inquisición. Su nombre estaba en uno de esos tapices.

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